martes, 2 de septiembre de 2014

PARADISE ALLEY


Ayer por la noche y por casualidad, tuve la suerte de tropezarme con la emisión de esta joya de nombre La Cocina del Infierno (Paradise Alley).Un film que Sylvester Stallone escribió, dirigió y protagonizó en 1978, dos años después de haber triunfado con su emblemática Rocky (1976).

Paradise Alley, ambientada en 1940, narra la historia de tres hermanos italianos que deben ganarse la vida en un barrio marginal de Nueva York, de nombre igual al título de la película.

Cosmo (Sylvester Stallone) es un tipo caradura y manipulador que ve en su fuerte y bondadoso hermano Víctor (Lee Canalito) un diamante en bruto que explotar como luchador de lucha libre y ganar así dinero y fama a su costa. Lenny (Amand Assante) es el tercer hermano y el contrapunto amargo, un tipo hundido, veterano de guerra y lisiado que no aprueba la manipulación que Cosmo ejerce sobre el inocente Victor.

Sobre esta sencilla premisa se erige un proyecto lleno de encanto, inocencia y sentido del humor, con unos personajes y situaciones que rozan el absurdo. Stallone dirige con frescura y entusiasmo una película que, en su carácter, puede recordarnos a un episodio del Equipo A, donde incluso los malos más malos son encantadores.

Se plantea escenas tremendamente delirantes como ese pulso entre Víctor y el matón del gangster del barrio que no acaba nunca, o el momento donde Cosmo pide consejo a su amante sobre como conquistar a una chica decente que  “le gusta de verdad”.

Stallone supo reservarse el papel más atractivo de la película, adjudicándose el rol de hermano manipulador y trepa. Para él lo fácil y más previsible hubiera sido encarnar al luchador, recordemos que su fama estaba aún muy fresca gracias a su primera película de Rocky. En lugar de eso prefirío meterse en la piel de ese liante que no calla nunca pero que goza de un encanto especial.

Paradise Alley es un caricatura de un momento y un lugar de la historia no exenta de matices dramáticos; el soldado que lo dio todo y que ahora no tiene nada, la pobreza y la delincuencia del barrio donde transcurre la historia o el buscavidas capaz de vender a su família por dinero.

Stallone, en algún momento de los ochenta, pensó que sólo podía hacer películas de músculo y se equivocó de pleno; Paradise Alley es prueba de ello.