Con sólo nueve años pisó el césped de la Casablanca para realizar una exibición de artes marciales ante los ojos atónitos de Richard Nixon. Éste, asombrado por las proezas gestuales del pequeño, bromeó con preguntándole al chaval si quería ser su guardaespladas. La criatura le contestó que él no debía proteger a un solo hombre si no a cientos de ellos. Estas palabras fueron del agrado del pueblo y gobierno del chaval, aquel niño se convirtió en todo un icono para el país chino. Empezaba a forjarse la figura de Jet Li.
Jet Li fue la superestrella de la China de los años
70 y 80. Incluso cuando el presidente Ronald Reagan visitó China, no olvidó
darle la mano. Tanta era su popularidad de Li que la industria del cine de Kung
Fu quiso aprovechar ese tirón mediático para proponerle protagonizar una serie
de tres películas que, con el tiempo, se convertirían en referentes del cine de
artes marciales: El templo de Shaolin (1983), Los herederos de Shaolin (1984) y Las Artes
Marciales de Shaolin (1985).
Acomodado en su popularidad china y algo cansado de
hacer el mismo tipo de películas, decidió dar el gran salto y hacer las maletas
hacia Los Ángeles para probar suerte en Hollywood. El sueño americano se le
resistió durante unos años -su relativa baja estatura (1,68 ó 1,69) y su mal
dominio del inglés eran un lastre para su proyección hollywoodense- hasta que llegó la oportunidad de aparecer
con un papel secundario en una de las sagas más famosas y queridas por el
público americano e internacional; Arma Letal. En Arma Letal 4
(1998) no pronucia una sola palabra en inglés pero no le hace falta, consiguió
una interpretación magistral con sólo gestos y miradas, llegando a acojonar de
verdad, interpretando a un villano que no fue del agrado del pueblo chino. Éste
contempló con relativa decepcción cómo el “héroe chino” se pasaba al “otro
lado” interpretando al malo de la función.
Li junto a Gibson y Glover en Arma Letal 4 |
Después llegaría Romeo debe Morir (2000),
donde por fin se hizo con el papel protagonista de la función, más tarde
llegaría El Único (2001) donde fue capaz de
interpretar a su protagonista y a todos sus clones en un argumento más
complicado de lo habitual en este tipo de género. En 2002 llegó su “particular
Tigre y Dragón” con la película Héroe (2002),
en 2008 llegó el esperado encuentro entre él y Jackie Chan en El Reino Prohibido. Ya en 2010 nuestro Sly lo rescató para
darle un papel en The Expendables (2010),
donde fue capaz de lucir con un toque autoparódico que le sentaba bien. Lástima
que su protagonismo se fuera apagando en las dos próximas secuelas de la
franquicia; The Expendables 2 y The Expendables 3 (en una bochornosa aparición de unos pocos
minutos). Este tipo de películas le fueron apartanto poco a poco de sus fans
chinos, que no veían con buenos ojos que el actor utilizara cables y efectos
típicos de Hollywood tan criticados entre los fans del cine de artes marciales
tradicional.
Jet Li nunca ha tenido la proyección internacional de
la envergadura de su amigo Jackie Chan pero ha sabido hacerse un hueco en la
industria de Hollywood, labrándose una fama de tipo coherente con sus creencias
budistas y con su dedicación al cuidado de sus seres queridos. Estos valores le
han cerrado no pocas puertas a la hora de protagonizar películas que
posteriormente se convirtieron en éxitos de taquilla. Llegó a rechazar el papel
protagonista de Tigre y Dragón (2000), de Ang Lee,
para estar al lado de su mujer embarazada a la que prometió que estaría junto a
ella hasta que diera a luz. A pesar de todo, ha sabido crear un estilo propio,
alejado del estilo de Bruce Lee (por mucho que algunos productores intentaron
que fuera el relevo de éste) o de su contemporáneo Jackie Chan.
Quienes lo conocen de cerca aseguran que es un tipo
pacífico que rechaza todo tipo de violencia, lo que puede parecer del todo
contradictorio en un actor que basa su carrera en peleas de artes marciales.
Según la opinión de Li, el Wushu (arte marcial
del que es esperto) no es para la autodefensa y siempre se debe pensar en la
resolución pacífica de cualquier conflicto. Y lo demuestra dando ejemplo; a sus
51 años nunca se ha visto envuelto en una pelea callejera. Aquel niño que dejó atónito
a Nixon en la Casablanca
sigue viviendo en el interior de Jet Li. Esperamos verlo pronto en la gran
pantalla como solo él se merece.