Todavía creo recordar la primera vez que vi un
zombie…, fue en los ochenta (tendría yo unos siete años), un programa de TVE
emitió un corte de La Noche de los
Muertos Vivientes (1968) de George A. Romero, me quedé aterrorizado durante
días. La idea de que los muertos volvían a la vida para comerse a los vivos
consiguió desvelarme varias noches.
Aunque en las primeras películas de zombies existía un líder al mando de estas criaturas y que, de hecho, es un argumento más fiel al fenómeno
zombie “real” haitiano, el zombie se ha presentado en la mayoría de películas
como un ser sin voluntad, esclavo por su insaciable hambre de carne fresca, sin
sentimientos, sin piedad, sólo movido por el instinto animal de hacer callar
sus putrefactas tripas que no dejan de sonar. Distan mucho de los vampiros que,
en comparación, resultan ser unos pijos que se permiten el lujo de elegir la
sangre que desean beber.
El cine se ha llenado los bolsillos con esta figura
terrorífica, protagonista de todo un subgénero dentro del cine de terror de
serie B, o eso eran al menos las primeras películas de zombies, aquellas que
con cuatro duros conseguían aterrorizar a un espectador que disfrutaba
sufriendo con un cine que salpicaba la pantalla de sangre y carne mordisqueada.
¿Y cómo se puede luchar contra un ser animal que ni
siente ni padece?, un ser al que le da igual perder un miembro mientras camina,
atravesar llamas de fuego o ser tiroteado mientras persigue a su bistec con
patas. La mayoría de películas del género han dado la misma respuesta a esta
incógnita: atacándoles en la cabeza, ya sea con balas o con cualquier arma
blanca, si les machacas la cabeza te los cargas, ya está.
Otras películas y series se han preocupado por abrir
el debate de si son seres que pueden recuperar la condición humana de nuevo.
Por culpa de este tipo de remordimientos siempre está el pobre personaje que es
devorado por un familiar al que ha sido incapaz de eliminar. Algunos incluso
han tenido graneros repletos de zombies por si algún día daban con la cura de
estos familiares perdidos. También existe el topicazo del “bueno” que es
mordido pero que tarda más que cualquier otro en transformarse, dándole tiempo
de hacer una última buena causa en contra de sus futuros hermanos de sangre.
Los zombies han servido de metáfora de la amenaza de
la extinción del ser humano –con elementos que también se han repetido en las
películas de invasión alienigena- los paralelismos ante hechos de la historia
son más que evidentes: holocaustos, guerras o epidemias son hechos que han
servido de inspiración para las cintas de zombies. Al final el hombre debe
luchar ante una amenaza superior a él con el fin de sobrevivir y perpetuar la
raza humana.
Todas estas características hacen de los zombies uno seres
muy queridos por los amantes del cine de este género. Con los años se les coge
el mismo cariño que se le tiene a un Alien o a un Predator. Porque al final son siempre ellos los verdaderos
protagonistas de las películas, por delante de los humanos o
víctimas de la función. ¿Quién no ha sonreído alguna vez al ver la mordedura de
un zombie a un personaje que te ha caído mal?
La Noche de los Muertos Vivientes, 1968 |
Termino este nostálgico artículo sin más referencia
que la película La Noche de los
Muertos Vivientes (1968) de George A. Romero, ya que es para mi el
referente del cine de zombies. No perderé el tiempo en comentar cómo se ha ido edulcorando este tipo de criaturas a lo largo de los últimos años. Prefiero
quedarme con el mal sabor de boca que dejaban las
películas con zombies de verdad.
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