lunes, 13 de abril de 2015

JAWS (1975)



A principios de verano de 1975, se estrenó una película que consiguió fastidiarle a más de uno sus futuros baños en la playa: Jaws (Tiburón). El proyecto de Steven Spilberg que empezó muy mal pero que terminó muy, muy bien. Una obra maestra que uno no se cansa de ver por mas que pasen los años, cine con mucho ingenio y pocos recursos, de esos que tanto nos gustan en SLYMACHINE.


Peter Benchley, autor de la novela de Jaws (publicada en 1974) y que más tarde se convertiría en co-guionista de la película, se basó en una historia real de un pescador de tiburones de Long Island que pescó un tiburón blanco de 2.000kg. El escritor se preguntó qué pasaría si un tiburón de esas características se acercase a la costa y no quisiera marcharse hasta no estar saciado de carne humana. Universal Studios se interesó por la novela y pagó 150.000 dólares por ella, lo que dejó a Benchley con la boca abierta, pues no pensaba que una novela sobre su tiburón pudiera interesar a una productora cinematográfica, y su cuenta corriente bastante más llena pues, antes de vender la novela, el escritor solo contaba con 300 dólares en el banco.



Cuando los productores David Brown y Richard Zanuck ofrecieron el proyecto a Spilberg éste se quedó asombrado por el titulo "Jaws" (en español “colmillos”), el director se preguntó si la película trataba sobre un dentista o algo por el estilo, hasta que leyó la novela y pensó que era un argumentó muy similar a una película que había rodado cuatro años antes: Duel  (El Diablo sobre Ruedas). Spilberg vio entre las dos películas semejanzas tan estúpidas –que al parecer interpretó como señales del destino- como la coincidencia en el número de letras de los dos títulos: Duel y Jaws. Así que se ilusionó de inmediato con el proyecto de Jaws, atraído por la idea de rodar una especie de “secuela en el mar” de Duel. El director pensó que eran argumentos con múltiples paralelismos y en esencia puede que lo sea: las dos películas tratan sobre una bestia que persigue a inocentes víctimas de una manera salvaje y despiadada.

Duel, ¿secuela de Jaws?

Richard Zanuck declaró años más tarde del estreno de la película que, de haber leído dos veces la novela, jamás la hubieran comprado para convertirla en película. La historia les gustó tanto que no se detuvieron a pensar en cómo hacer posible imágenes como un tiburón subiendo a un barco para devorar a un hombre, jamás podría adiestrar a un animal de estas características e intentar hacerlo con animación de los setenta hubiera resultado una empresa destinada al fracaso. Le tocaba al director de E.T rascarse la cabeza y buscar soluciones visuales que no defraudaran al público, cuando quiso darse cuenta estaba metido en un berenjenal que podía haberle costado muy caro.


La improvisación fue el día a día de esta producción. Para la escena en que Hooper (Richard Dreyfuss) es sumergido en el agua dentro de una jaula, a Spilberg se le ocurrió utilizar a una persona de baja estatura para que, al situarla junto a un tiburón pequeño, diera la sensación de que el tiburón medía unos ocho metros, tal y como se describe en la novela y en el guión. El pobre conejillo de indias resultó ser un señor pequeño que había ejercido de doble de Elizabeth Taylor. Sin experiencia en buceo y sumergido con tiburones reales, el pobre doble de Dreyfuss sufrió verdaderos ataques de ansiedad cada vez que le tocaba de rodar. Los pequeños tiburones, sin aspiraciones a ser nominados como mejores actores secundarios, no atacaban la jaula ni a la de tres, en dos semanas de trabajo todavía no habían conseguido rodar una sola toma que mereciera la pena. Un buen día, a uno de los tiburones mas grandes se le quedó atrapado el morro en una de las jaulas mas pequeña y empezó a luchar con ella para poder liberarse, esta fue la toma que utilizaron para la escena en que Richard Dreyfus abandona la jaula (en el guión original, el personaje moría en esta escena) para escapar del escualo, modificaron el guión en función de esa escena accidental que Spilberg no quiso desperdiciar.


Al darse cuenta de que los escualos no eran precisamente perritos falderos a los que pedir que hicieran esto y lo otro, decidieron construir robots que hicieran las veces de pez asesino. Trabajaron para crear hasta cinco robots diferentes, uno de ellos se utilizaría para las escenas en las que se muestra el lado derecho del tiburón y otro para la parte izquierda, dejando en el lado que no se mostraba a cámara una ventana por la que entraban los mecanismos que hacían mover a la máquina. Además de estos dos, construyeron tres más que se movieran de arriba abajo, lo que permitiría rodar tomas en las que el tiburón blanco sale del agua, levanta la cabeza y abre la boca para mostrar sus afilados dientes. Todo parecía funcionar de maravilla hasta que llegó el momento de sumergir a los muñecos eléctricos a los que parece que el agua salada no les sentaba demasiado bien.

El mal funcionamiento de los robots casi paraliza por completo el rodaje de la película, los actores preguntaban al director cuándo terminarían el rodaje a lo que Spilberg respondía con un amargo ”no lo sé”. Las dificultades se multiplicaban a diario, el hecho de rodar en mar abierto no hacía mas que boicotear el rodaje de la película: la cámara se movía a capricho de la marea, los actores se mareaban y vomitaban, el material se mojaba y una de las barcas con equipo técnico a bordo llegó a hundirse. Spilberg no conseguía ver cómo acabaría todo aquello, llegó a creer que le echarían del proyecto y que por fin se podría ir a descansar a casa. Había días en los que apenas conseguían rodar un par de tomas válidas para montaje, muy lejos de las treinta que filmó a diario Rodrigo Cortés en Buried (Enterrado, 2010). Por si todo esto no fuera suficiente para llevar al director al borde de una crisis nerviosa, la revista Time publicó una foto de uno de los robots en la que se podía observar toda la parte de cables y mecanismos. Spilberg se enfureció y deprimió a partes iguales, en ese momento pensó que nadie iría a ver una película de un tiburón si sabía que se había rodado con muñecos eléctricos.


Cuando el proyecto parecía hundirse en el mismo mar en el que se rodaba, el ingenio del director salió a flote con la ayuda de tres simples bidones. La idea de los bidones flotando en la superficie y hundiéndose más tarde, que se supone que lleva clavados en su cuerpo el pececito asesino, fue un recurso que Spilberg se vio obligado a utilizar por no poder contar con los robots construidos para el film, recurso que consiguió proyectar al espectador la aterradora idea, con la técnica de “insinuar y no mostrar”, de que bajo ellos se encontraba un tiburón con una fuerza desmesurada, capaz de arrastrar cualquier cosa a las profundidades. Para seguir ganando tiempo, continuaron la filmación rodando aquellas escenas que se desarrollaban en tierra firme así como dos de los ataques en el agua donde en ningún momento se muestra al tiburón.



La primera de ellas es aquella en la que una joven y desnuda bañista es zarandeada con brutalidad antes de hundirla totalmente en el mar. Para conseguir este efecto ataron a la chica por la cintura con tres cuerdas, de una de ellas tiraban diez personas hacia la izquierda y de la otra otras diez hacían lo mismo hacia la derecha. La tercera cuerda es la que arrastraba a la actriz hacia abajo, sumergiéndola repentinamente en el agua, de este tirón se encargó personalmente Spilberg. Según contó la actriz lo que más le asustó de rodar esta secuencia era el hecho de que ella debía estar gritando en el transcurso de ésta así que si hubiera surgido algún problema nadie se hubiera percatado de ello. Como el sonido en vivo no quedó lo suficientemente nítido, la actriz tubo que doblarse así misma en estudio, para conseguir el efecto de ahogamiento el bueno de Spilberg le echaba agua en la garganta mientras ésta gritaba, ¡vaya tela! 

El siguiente ataque en rodarse fue el del niño que es atacado mientras éste está subido en una colchoneta. El pobre chaval, que contaba con sólo once años, debía colocarse sobre una máquina que bombeaba “sangre “hacia su cuerpo para más tarde ser sumergido bajo el agua durante unos segundos. El pobre chaval tuvo que repetir siete veces la escena hasta que el director quedó contento con el resultado. Matar a un niño en pantalla demostró que Spilberg tenía una mala leche creativa que años más tarde, y con su paternidad, perdería… ¡lástima!

Sin duda, de los mayores aciertos de la película fue la idea de Spilberg de colocar la cámara a nivel del agua,  para ello construyeron una caja estanca dentro de la cual colocaban el equipo de filmación, de esta manera podía sumergir la cámara hasta que una parte de la lente quedase sumergida y la otra por encima del agua. Así el punto de vista del espectador se situaba al mismo nivel que los bañistas, consiguiendo que el público se bañase en el mar donde un tiburón hambriento estaba a punto de atacar.

Aunque el rodaje había avanzado no conseguían cumplir con los plazos marcados, Universal Pictures era conocida por ser muy rigurosa con los tiempos de rodaje pero en Tiburón esta regla de oro se estaba haciendo añicos. El tiempo de rodaje se estaba duplicando y el  presupuesto prácticamente se había triplicado, esto sin contar que era un film que había empezado su rodaje y todavía no tenía un guión definitivo ni contratado a los actores protagonistas.

Roy Scheider
La única estrella del momento que se interesó por la película fue Charlton Heston, éste quería hacerse con el papel del jefe de policía del pueblo que, para suerte del film, terminó encarnando el bueno de Roy Scheider. A Spilberg no le convencía que el protagonista de Ben-Hur participase en el proyecto, para el personaje necesitaba un tipo más corriente y vulnerable, una especie de John Mc Clane de los setenta, no un héroe que acaparase todo la atención del espectador. El realizador buscaba que el jefe de policía Roy se convirtiera en el punto de vista del espectador dentro de la película, quería que el público se identificase con este personaje y sufriera lo mismo que él desde la butaca.

Richard Dreyfuss
Dreyfuss rechazó hasta en dos ocasiones el papel de Hooper, además intentaba convencer a Spilberg para que también abandonase el proyecto, cuando el director le preguntaba por qué no quería rodar la película Dreyfuss contestaba: “porque rodarla va a ser una putada”.  Dreyfuss se encontraba a punto de estrenar la película The Appenticeship of Duddy Kravitz, cuando pudo observar en pantalla el resultado de su mala interpretación y –pensando que cuando se estrenase sería el fin de su carrera como actor- se apresuró a contactar con Spilberg para suplicarle que le diera el papel de Hooper.

Para el papel del caza tiburones Sam Quint, Spilberg pensó en contratar a Lee Marvin, éste se encontraba de vacaciones pescando y no quiso ni oír hablar del proyecto (poca falta le haría el dinero). Fue entonces cuando los productores David Brown y Richard Zanuck persuadieron al director para que contratase a Robert Shaw, que ya había trabajado con ellos en El Golpe. Personalmente, creo que Shaw era un “actor vampiro”, de esos que conseguían robar el protagonismo de cualquiera que tenía la mala suerte de ponerse a su lado, incluidos Robert Redford y Paul Newman en el El Golpe. En Jaws, el actor se convierte en otro tiburón en tierra, un asesino sin escrúpulos que no desistirá en su misión de capturar a su presa, su muerte en la película es de lo mejor del film y un muy digno final para el personaje.

Robert Shaw

Una de tantas anécdotas es la que cuenta el equipo del film acerca de la relación entre  Richard Dreyfuss y Robert Shaw. En el film, el personaje de Dreyfuss como biólogo marino, era continuamente despreciado por el veterano lobo de mar interpretado por Shaw, al parecer este tipo de acoso no cesaba cuando Spilberg gritaba aquello de “corten”. No se sabe muy bien por qué motivo, Shaw se pasaba el día metiéndose con el futuro protagonista de Encuentros en la Tecera Fase (1977), le reprochaba su mala condición física, su supuesto amaneramiento en los gestos y le recriminaba que fuera alardeando de sus premios conseguidos como mejor actor en otras películas. Dreyfuss capeaba el temporal como podía hasta que un día la cosa se puso realmente fea cuando Shaw lanzó agua a la cara de Dreyfuss con una manguera, al parecer ese día cruzaron algo más que palabras. Según declaraciones de Dreyfuss, Robert Shaw era una persona encantadora hasta que se acercaba al set de rodaje, donde se transformaba en un tipo competitivo y despreciable.

Spilberg quería explicar en pantalla por qué el personaje de Sam Quint tiene ese odio hacia los tiburones, para ello tomó prestada la historia real de la tripulación del Indianápolis, el barco que en la segunda guerra mundial llevaba material para la fabricación de la bomba atómica lanzada en Hiroshima. El barco fue atacado por un submarino japonés, la tripulación que pudo salvarse acabó manteniéndose a flote en el mar durante cinco días, olvidados por la armada norteamericana, tuvieron que defenderse del ataque de tiburones que aparecieron para devorar a los náufragos. Robert Shaw representa en la película a uno de los supervivientes, interpretó magistralmente el monólogo que describe esta historia en la escena que comparte con Dreyfuss, donde los dos personajes, borrachos como una cuba, empiezan a intimar.

El trío encargado de cazar al pececito

El rodaje de la película se fue sucediendo de manera poco ortodoxa, después de las duras sesiones de rodaje y durante la noche, Spilberg y Carl Gottlieb escribían las escenas que filmarían al día siguiente. Gottlieb recuerda este método de trabajo con cariño ya que en su opinión es la manera idónea de trabajar ya que podía comentar con los actores aspectos acerca de los personajes e incluirlos en el guión con muy buenos resultados. Mientras Gottlieb y Spilberg trabajaban en el guión, el resto del equipo se lo pasaba en grande yendo de fiesta por el pueblo. El equipo de la película era algo parecido a héroes en la pequeña localidad costera de Menemsha (Massachusetts), con lo que vieron asegurado su éxito “amoroso” entre las lugareñas que se acercaban al set. Dreyfuss confesó que tuvo una animada actividad sexual durante ese periodo de tiempo.

Otro de los grandes protagonistas en Tiburón es la banda sonora de John Williams. Cuando el compositor mostró por primera vez la melodía a Spilberg éste pensó que le estaba gastando una broma. En la imaginación del director había crecido la idea de una banda sonora majestuosa, rimbombante, acorde con la grandeza del asesino acuático. Williams se sentó al piano y tocó las dos notas principales del tema de la película, Spilberg pasó de la carcajada al asombro, le pidió al músico que la tocase una y otra vez hasta que éste entendió la fuerza de esa simple melodía. Cuando escuchamos el tema principal sabemos que el tiburón está al acecho, alterando la velocidad en el ritmo sabemos cuán cerca está de perpetrar otra de sus matanzas. Spilberg confesó que sin la música de John Williams su película no hubiera sido la mitad de buena.  



Spilberg no estaba interesado en rodar un final creíble, en la novela el tiburón era arponeado y éste moría como una simple ballena. Es sabido que el directo de E.T no se ha hecho famoso precisamente por rodar documentales, así que la idea de matar a su tiburón de manera realista, tal y como narra la novela no era para nada de su agrado. Necesitaba un final espectacular que por supuesto no pasaba por poner un anzuelo y esperar que el pececito picase. Peter Benchley y Carl Gottlieb (co-guionistas junto a Spilberg) se llevaron las manos a la cabeza cuando el director les contó idea que tenía de hacer volar por los aires al pobre devorador de veraneantes. ¿Colocar una botella de oxígeno entre los dientes y dispararle más tarde?, ¿quién iba a creerse eso?, se preguntaban los estupefactos guionistas del film. El director se defendió explicando que el público iba a perdonarle ese final porque iba a ser espectacular y que si querían creer en él era suficiente. Nunca estuvo tan acertado como entonces: ver al jefe de policía Roy subido al mástil del barco, prácticamente hundido, disparando su última bala mientras grita “¡sonríe hijo de puta!” es de esos finales que uno no olvida. La explosión del tiburón se rodó utilizando uno de los robots que literalmente hicieron volar por los aires, dentro colocaron calamares que, al saltar por los aires, daban la impresión de ser las vísceras del escualo dinamitado.

Jaws supuso todo un éxito en taquilla, su presupuesto final se cerró en 9 millones de dólares, consiguiendo recaudar un total de 470 millones. Fue candidata a los Oscar en las categorías de mejor película, mejor montaje (Verna Fields), mejor sonido (Robert Hoyt, Roger Heman, Earl Madery y John Carter) y mejor banda sonora (John Williams). Se los llevó todos menos el de mejor película que aquel año ganó merecidamente One Flew Over the Cuckoo's Nest (Alguien voló sobre el nido del Cuco), del director Milos Forman y magistralmente protagonizada por Jack Nicholson.

Tras el éxito de la película, se rodaron hasta tres secuelas de Tiburón: Tiburón 2, dirigida por Jeannot Szwarc, contaba con el aliciente de volver a ver a Scheider en el papel protagonista, así como a algunos de los actores que aparecieron en la primera entrega; Tiburón 3, protagonizada por un esmerado y joven Dennis Quaid. La última es sin duda la peor de la lista: Tiburón, la venganza, protagonizada por Michael Cain y Lorraine Gary, aquí en el papel de viuda de Brody. Como dato curioso cabe mencionar que la suma de las recaudaciones de estas tres secuelas no superó la cifra recaudada por la primera película de Spilberg. En 1999, el realizador Renny Harlin, rescató el tema de tiburones en su entretenida (pero no buena) Deep Blue Sea. La carísima película contaba con los caros efectos digitales de la compañía Industrial Light & Magic, que no consiguieron estremecernos como lo hicieron tres bidones amarillos y cinco muñecos rotos.