A principios de verano de 1975, se estrenó una película que consiguió fastidiarle a más de uno sus futuros baños en la playa: Jaws (Tiburón). El proyecto de Steven Spilberg que empezó muy mal pero que terminó muy, muy bien. Una obra maestra que uno no se cansa de ver por mas que pasen los años, cine con mucho ingenio y pocos recursos, de esos que tanto nos gustan en SLYMACHINE.
Cuando los productores David Brown y Richard Zanuck ofrecieron el
proyecto a Spilberg éste se quedó asombrado por el titulo "Jaws" (en
español “colmillos”), el director se preguntó si la película trataba sobre un
dentista o algo por el estilo, hasta que leyó la novela y pensó que era un
argumentó muy similar a una película que había rodado cuatro años antes: Duel (El Diablo sobre Ruedas). Spilberg vio
entre las dos películas semejanzas tan estúpidas –que al parecer interpretó
como señales del destino- como la coincidencia en el número de letras de los
dos títulos: Duel y Jaws. Así que se ilusionó de inmediato con
el proyecto de Jaws, atraído
por la idea de rodar una especie de “secuela en el mar” de Duel. El
director pensó que eran argumentos con múltiples paralelismos y en esencia
puede que lo sea: las dos películas tratan sobre una bestia que persigue a
inocentes víctimas de una manera salvaje y despiadada.
Duel, ¿secuela de Jaws? |
La improvisación fue el día a día de esta producción. Para la
escena en que Hooper
(Richard Dreyfuss) es sumergido en el agua dentro de una jaula, a Spilberg se
le ocurrió utilizar a una persona de baja estatura para que, al situarla junto
a un tiburón pequeño, diera la sensación de que el tiburón medía unos ocho
metros, tal y como se describe en la novela y en el guión. El pobre
conejillo de indias resultó ser un señor pequeño que había ejercido de doble de
Elizabeth Taylor. Sin experiencia en buceo y sumergido con tiburones reales, el
pobre doble de Dreyfuss sufrió
verdaderos ataques de ansiedad cada vez que le tocaba de rodar. Los pequeños
tiburones, sin aspiraciones a ser nominados como mejores actores secundarios,
no atacaban la jaula ni a la de tres, en dos semanas de trabajo todavía no
habían conseguido rodar una sola toma que mereciera la pena. Un buen día, a uno
de los tiburones mas grandes se le quedó atrapado el morro en una de las jaulas
mas pequeña y empezó a luchar con ella para poder liberarse, esta fue la toma
que utilizaron para la escena en que Richard Dreyfus abandona la jaula (en el
guión original, el personaje moría en esta escena) para escapar del escualo,
modificaron el guión en función de esa escena accidental que Spilberg no quiso
desperdiciar.
Al darse cuenta de que los escualos no eran
precisamente perritos falderos a los que pedir que hicieran esto y lo otro,
decidieron construir robots que hicieran las veces de pez asesino. Trabajaron
para crear hasta cinco robots diferentes, uno de ellos se utilizaría para las escenas en las que se muestra el lado derecho del
tiburón y otro para la parte izquierda, dejando en el lado que no se mostraba a
cámara una ventana por la que entraban los mecanismos que hacían mover a la
máquina. Además de estos dos, construyeron tres más que se movieran de arriba
abajo, lo que permitiría rodar tomas en las que el tiburón blanco sale del
agua, levanta la cabeza y abre la boca para mostrar sus afilados dientes. Todo
parecía funcionar de maravilla hasta que llegó el momento de sumergir a los
muñecos eléctricos a los que parece que el agua salada no les sentaba demasiado
bien.
El mal funcionamiento de los robots casi paraliza por completo el
rodaje de la película, los actores preguntaban al director cuándo terminarían
el rodaje a lo que Spilberg respondía con un amargo ”no lo sé”. Las
dificultades se multiplicaban a diario, el hecho de rodar en mar abierto no
hacía mas que boicotear el rodaje de la película: la cámara se movía a capricho
de la marea, los actores se mareaban y vomitaban, el material se mojaba y una
de las barcas con equipo técnico a bordo llegó a hundirse. Spilberg no
conseguía ver cómo acabaría todo aquello, llegó a creer que le echarían del
proyecto y que por fin se podría ir a descansar a casa. Había días en los que
apenas conseguían rodar un par de tomas válidas para montaje, muy lejos de las
treinta que filmó a diario Rodrigo Cortés en Buried (Enterrado,
2010). Por si todo esto no fuera suficiente para llevar al
director al borde de una crisis nerviosa, la revista Time publicó una foto de
uno de los robots en la que se podía observar toda la parte de cables y
mecanismos. Spilberg se enfureció y deprimió a partes iguales, en ese momento
pensó que nadie iría a ver una película de un tiburón si sabía que se había
rodado con muñecos eléctricos.
Cuando el proyecto parecía hundirse en el mismo mar en el que se
rodaba, el ingenio del director salió a flote con la ayuda de tres simples
bidones. La idea de los bidones flotando en la superficie y hundiéndose
más tarde, que se supone que lleva clavados en su cuerpo el pececito asesino,
fue un recurso que Spilberg se vio obligado a utilizar por no poder contar con
los robots construidos para el film, recurso que consiguió proyectar al
espectador la aterradora idea, con la técnica
de “insinuar y no mostrar”, de que bajo ellos se encontraba un tiburón con una
fuerza desmesurada, capaz de arrastrar cualquier cosa a las profundidades. Para
seguir ganando tiempo, continuaron la filmación rodando aquellas escenas que se
desarrollaban en tierra firme así como dos de los ataques en el agua donde en
ningún momento se muestra al tiburón.
La primera de ellas es aquella en la que una joven y desnuda
bañista es zarandeada con brutalidad antes de hundirla totalmente en el mar.
Para conseguir este efecto ataron a la chica por la cintura con tres cuerdas,
de una de ellas tiraban diez personas hacia la izquierda y de la otra otras
diez hacían lo mismo hacia la derecha. La tercera cuerda es la que arrastraba a
la actriz hacia abajo, sumergiéndola repentinamente en el agua, de este tirón
se encargó personalmente Spilberg. Según contó la actriz lo que más le asustó
de rodar esta secuencia era el hecho de que ella debía estar gritando en el
transcurso de ésta así que si hubiera surgido algún problema nadie se hubiera
percatado de ello. Como el sonido en vivo no quedó lo suficientemente nítido,
la actriz tubo que doblarse así misma en estudio, para conseguir el efecto de
ahogamiento el bueno de Spilberg le echaba agua en la garganta mientras ésta
gritaba, ¡vaya tela!
El siguiente ataque en rodarse fue el del niño que es atacado
mientras éste está subido en una colchoneta. El pobre chaval, que contaba con
sólo once años, debía colocarse sobre una máquina que bombeaba “sangre “hacia
su cuerpo para más tarde ser sumergido bajo el agua durante unos segundos. El
pobre chaval tuvo que repetir siete veces la escena hasta que el director quedó
contento con el resultado. Matar a un niño en pantalla demostró que Spilberg
tenía una mala leche creativa que años más tarde, y con su paternidad,
perdería… ¡lástima!
Sin duda, de los
mayores aciertos de la película fue la idea de Spilberg de colocar la cámara a
nivel del agua, para ello construyeron
una caja estanca dentro de la cual colocaban el equipo de filmación, de esta
manera podía sumergir la cámara hasta que una parte de la lente quedase
sumergida y la otra por encima del agua. Así el punto de vista del espectador
se situaba al mismo nivel que los bañistas, consiguiendo que el público se
bañase en el mar donde un tiburón hambriento estaba a punto de atacar.
Aunque el rodaje había avanzado no conseguían cumplir con los
plazos marcados, Universal Pictures era conocida por ser muy rigurosa con los
tiempos de rodaje pero en Tiburón esta
regla de oro se estaba haciendo añicos. El tiempo de rodaje se estaba
duplicando y el presupuesto
prácticamente se había triplicado, esto sin contar que era un film que había
empezado su rodaje y todavía no tenía un guión definitivo ni contratado a los
actores protagonistas.
Roy Scheider |
Richard Dreyfuss |
Dreyfuss rechazó hasta en dos ocasiones el papel de Hooper,
además intentaba convencer a Spilberg para que también abandonase el
proyecto, cuando el director le preguntaba por qué no quería rodar la película
Dreyfuss contestaba: “porque rodarla va a ser una putada”. Dreyfuss se
encontraba a punto de estrenar la película The Appenticeship of Duddy
Kravitz, cuando pudo observar en pantalla el resultado de su mala
interpretación y –pensando que cuando se estrenase sería el fin de su carrera
como actor- se apresuró a contactar con Spilberg para suplicarle que le diera
el papel de Hooper.
Para el papel del caza tiburones Sam Quint, Spilberg
pensó en contratar a Lee Marvin, éste se encontraba de vacaciones
pescando y no quiso ni oír hablar del proyecto (poca falta le
haría el dinero). Fue entonces cuando los productores David Brown y
Richard Zanuck persuadieron al director para que contratase a Robert
Shaw, que ya había trabajado con ellos en El
Golpe. Personalmente, creo que Shaw era un “actor vampiro”, de
esos que conseguían robar el protagonismo de cualquiera que tenía la mala
suerte de ponerse a su lado, incluidos Robert Redford y Paul Newman en el El Golpe. En Jaws, el
actor se convierte en otro tiburón en tierra, un asesino sin escrúpulos
que no desistirá en su misión de capturar a su presa, su muerte en la película
es de lo mejor del film y un muy digno final para el personaje.
Robert Shaw |
Una de tantas anécdotas es la que cuenta el equipo del film acerca
de la relación entre Richard Dreyfuss y
Robert Shaw. En el film, el personaje de Dreyfuss como biólogo marino, era continuamente
despreciado por el veterano lobo de mar interpretado por Shaw, al parecer este
tipo de acoso no cesaba cuando Spilberg gritaba aquello de “corten”. No se sabe
muy bien por qué motivo, Shaw se pasaba el día metiéndose con el futuro
protagonista de Encuentros en la Tecera Fase (1977),
le reprochaba su mala condición física, su supuesto amaneramiento en los gestos
y le recriminaba que fuera alardeando de sus premios conseguidos como mejor
actor en otras películas. Dreyfuss capeaba el temporal como podía hasta que un
día la cosa se puso realmente fea cuando Shaw lanzó agua a la cara de Dreyfuss
con una manguera, al parecer ese día cruzaron algo más que palabras. Según
declaraciones de Dreyfuss, Robert Shaw era una persona encantadora hasta que se
acercaba al set de rodaje, donde se transformaba en un tipo competitivo y
despreciable.
Spilberg quería explicar en pantalla por qué el personaje de
Sam Quint tiene ese
odio hacia los tiburones, para ello tomó prestada la historia real de la
tripulación del Indianápolis, el barco que en la segunda guerra mundial llevaba
material para la fabricación de la bomba atómica lanzada en Hiroshima. El barco
fue atacado por un submarino japonés, la tripulación que pudo salvarse acabó
manteniéndose a flote en el mar durante cinco días, olvidados por la armada
norteamericana, tuvieron que defenderse del ataque de tiburones que aparecieron
para devorar a los náufragos. Robert
Shaw representa en la película a uno de los supervivientes, interpretó magistralmente
el monólogo que describe esta historia en la escena que comparte con Dreyfuss,
donde los dos personajes, borrachos como una cuba, empiezan a intimar.
El trío encargado de cazar al pececito |
El rodaje de la película se fue sucediendo de manera poco
ortodoxa, después de las duras sesiones de rodaje y durante la noche, Spilberg
y Carl Gottlieb escribían las escenas que filmarían al día siguiente. Gottlieb
recuerda este método de trabajo con cariño ya que en su opinión es la manera
idónea de trabajar ya que podía comentar con los actores aspectos acerca de los
personajes e incluirlos en el guión con muy buenos resultados. Mientras
Gottlieb y Spilberg trabajaban en el guión, el resto del equipo se lo pasaba en
grande yendo de fiesta por el pueblo. El equipo de la película era algo
parecido a héroes en la pequeña localidad costera de Menemsha (Massachusetts), con lo que vieron
asegurado su éxito “amoroso” entre las lugareñas que se acercaban al set.
Dreyfuss confesó que tuvo una animada actividad sexual durante ese periodo de
tiempo.
Otro de los grandes protagonistas en Tiburón
es la banda sonora de John Williams. Cuando el compositor mostró por primera
vez la melodía a Spilberg éste pensó que le estaba gastando una broma. En la
imaginación del director había crecido la idea de una banda sonora majestuosa,
rimbombante, acorde con la grandeza del asesino acuático. Williams se sentó al
piano y tocó las dos notas principales del tema de la película, Spilberg pasó
de la carcajada al asombro, le pidió al músico que la tocase una y otra vez
hasta que éste entendió la fuerza de esa simple melodía. Cuando escuchamos el
tema principal sabemos que el tiburón está al acecho, alterando la velocidad en
el ritmo sabemos cuán cerca está de perpetrar otra de sus matanzas. Spilberg
confesó que sin la música de John Williams su película no hubiera sido la mitad
de buena.
Spilberg no estaba interesado en rodar un final creíble, en la
novela el tiburón era arponeado y éste moría como una simple ballena. Es sabido
que el directo de E.T no se ha
hecho famoso precisamente por rodar documentales, así que la idea de matar a su
tiburón de manera realista, tal y como narra la novela no era para nada de su
agrado. Necesitaba un final espectacular que por supuesto no pasaba por poner
un anzuelo y esperar que el pececito picase. Peter Benchley y Carl Gottlieb
(co-guionistas junto a Spilberg) se llevaron las manos a la cabeza cuando el
director les contó idea que tenía de hacer volar por los aires al pobre
devorador de veraneantes. ¿Colocar una botella de oxígeno entre los dientes y
dispararle más tarde?, ¿quién iba a creerse eso?, se preguntaban los
estupefactos guionistas del film. El director se defendió explicando que el
público iba a perdonarle ese final porque iba a ser espectacular y que si
querían creer en él era suficiente. Nunca estuvo tan acertado como entonces:
ver al jefe de policía Roy subido al mástil del barco, prácticamente
hundido, disparando su última bala mientras grita “¡sonríe hijo de puta!” es de
esos finales que uno no olvida. La explosión del tiburón se rodó utilizando uno
de los robots que literalmente hicieron volar por los aires, dentro colocaron
calamares que, al saltar por los aires, daban la impresión de ser las vísceras
del escualo dinamitado.
Jaws supuso todo un
éxito en taquilla, su presupuesto final se cerró en 9 millones de dólares, consiguiendo
recaudar un total de 470 millones. Fue candidata a los Oscar en las categorías
de mejor película, mejor montaje (Verna Fields), mejor sonido (Robert Hoyt,
Roger Heman, Earl Madery y John Carter) y mejor banda sonora (John Williams).
Se los llevó todos menos el de mejor película que aquel año ganó merecidamente One Flew Over the Cuckoo's Nest (Alguien
voló sobre el nido del Cuco), del director Milos Forman y magistralmente
protagonizada por Jack Nicholson.
Tras el éxito de la película, se rodaron hasta tres secuelas de Tiburón: Tiburón
2, dirigida por Jeannot Szwarc, contaba con el aliciente de volver a
ver a Scheider en el papel protagonista, así como a algunos de los actores que
aparecieron en la primera entrega; Tiburón 3,
protagonizada por un esmerado y joven Dennis Quaid. La última es sin
duda la peor de la lista: Tiburón, la
venganza, protagonizada por Michael Cain y Lorraine Gary, aquí en el
papel de viuda de Brody. Como dato curioso cabe mencionar que la suma de las
recaudaciones de estas tres secuelas no superó la cifra recaudada por la
primera película de Spilberg. En 1999, el realizador Renny Harlin, rescató el
tema de tiburones en su entretenida (pero no buena) Deep Blue Sea. La carísima película contaba con los caros
efectos digitales de la compañía Industrial Light & Magic, que no
consiguieron estremecernos como lo hicieron tres bidones amarillos y cinco
muñecos rotos.