Podríamos decir que Stallone, a sus 69 años, se encuentra ya en la tercera edad. Podríamos asegurar que es sólo un nostálgico abuelo musculoso que sólo intenta revivir los éxitos de un glorioso pasado a base de fuerza bruta y muy poco cerebro. Podríamos aseverar todo esto sin pestañear porque es lo que piensa la mayoría de personas que se autodefinen como consumidoras de cine de calidad. Pero esto es SLYMACHINE y no pensamos como la mayoría.
Stallone siempre se ha quejado de
que el público le ha estigmatizado de por vida. Parece que sus bíceps nunca han
podido cargar con el peso de un encastillamiento eterno. Para muchos, Stallone
es todo un símbolo de fuerza bruta y mente vacía. Sólo unos cuantos elegidos (o
freakys) hemos sabido ver la inteligencia y perseverancia de un actor, que es
también director y guionista, que escribe guiones sensibles cuando lo quiere y
éxitos comerciales en pocos días.
Alguien que tuvo el coraje suficiente para salirse con la suya cuando triunfó
con Rocky (1976), cuando no era mas que un auténtico desconocido. Stallone ha
escrito más de veinte películas, alguna de ellas con guiones más que respetados
por la crítica, tratando siempre de imprimir una honestidad un tanto inusual en
la industria de Hollywood.
Sabemos que mañana será recordado
por dos personajes; Rocky y Rambo y que los dos tienen muchos puntos en común
con el actor. Si bien Rambo no es un personaje creado por Stallone, sí fue
alterado considerablemente a petición del actor. En la novela original, John
Rambo era un sanguinario personaje que mataba sin piedad, sólo para poder
aplacar el dolor de sus recuerdos de guerra. Sly edulcoró el personaje para que
éste pudiera empatizar con un agradecido público que fue capaz de entender el
carácter agresivo de un ex combatiente de Vietnam.
No es la primera vez que lo
comentamos en este blog, lo único que reprochamos a nuestro ídolo es el no
haber coqueteado con el drama cuando aún gozaba de una carrera que no hacía más
que subir. Ese miedo a un cambio de registro es el que le empujó a enrolarse en
proyectos poco afortunados, con un tipo de personaje que parecía repetir en todas
sus películas y que no hicieron mas que acentuar el prototipo de macho
musculoso sin cerebro. Gracias a ello ha sido “premiado” con no pocas
nominaciones a los premios Razzie. Sólo rompió ese miedo en “Copland” (1997),
un cambio de registro que le valió al menos el respeto de cierto sector de la
crítica. Hoy, Stallone confiesa no tener la intención de enrolarse en proyectos
de este tipo ya que asegura que dio su mejor interpretación dramática en “Rocky
Balboa” (2006) y
que intentar repetir ese éxito parecería un intento desesperado por ser
reconocido como un actor serio.
A las puertas de los setenta, Sly
ya no siente que deba demostrar nada. Es conocedor de la etiqueta con la que
deberá cargar el resto de su vida, que le condena a ser considerado como uno de
los peores actores del siglo para unos y todo un referente para otros. Es un
tipo grande que saca pecho por la carrera que ha conseguido y presume de haber
sabido reinventarse pasados los sesenta, cuando ya nadie esperaba nada de él.
Hoy, su paralizada cara envejecida puede ser el ejemplo del que no ha sabido
ser un actor de respeto pero su aún musculado cuerpo es el símbolo del que lo
ha ganado todo. Perdedor y ganador a partes iguales, ese es Sly.