Vas a hacerte una foto junto a una estatua de
Terminator y, de repente, ésta se mueve y te habla. Y no sólo eso, el que te
habla no es ni más ni menos que el gran Arnold Schwarzenegger.
El sentido del humor del Roble Austriaco ha sido
demostrado en numerosas ocasiones, por muchos que más de uno considere que lo
perdió cuando gobernó California. En esta ocasión, la broma gastada a los pobre
inocentes adquiere una nueva dimensión, Arnold se mete en el papel de su
legendario cyborg para acojonar y hacer reír a partes iguales. Me pregunto si
se conseguiría el mismo efecto si Santiago Segura recorriera La Castellana emulando su
personaje de Torrente.